La medicina prehispánica mexicana contribuyó
de manera sorprendente en el desarrollo de la medicina mundial. En este ensayo
se pretende explicar cuáles fueron las particularidades de la medicina prehispánica,
tomando en cuenta: la herbolaria, la cirugía y la odontología, las cuales
fueron adoptadas por los médicos españoles a partir de la segunda mitad del
siglo XVI. Para profundizar en el tema, es importante analizar el contexto
histórico de la medicina en la época prehispánica, tomando como referencia las primeras
fuentes escritas de los grandes cronistas como Fray Bernardino de Sahagún,
Bernal Díaz del Castillo y Francisco Hernández de Toledo. Este último colaboró
de manera extraordinaria en los avances de la medicina, gracias a su investigación
de las plantas medicinales y de la historia natural de América en el último
tercio del siglo XVI. También consideramos importante revisar diversas fuentes
secundarias de grandes historiadores, antropólogos y arqueólogos mexicanos y
europeos como Miguel León Portilla, Linda Manzanilla, Jacques Soustelle, Charles
Phillips, Alfredo López Luján y Leonardo López Luján.
Desarrollo:
Historiografía
de la medicina prehispánica
La arqueolog[1]
La presencia de restos óseos nos hace suponer que el hombre mesoamericano
conocía el interior del cuerpo humano. Vale la pena destacar estos argumentos, ya
que más adelante se verá cómo estas prácticas influyeron en la cirugía y en la odontología
de los mexicas. ía nos muestra que desde el Periodo
Preclásico mesoamericano (2500-200 a.C.) ya se practicaba la deformación
cefálica y la mutilación dentaria. Al parecer estas prácticas tenían fines estéticos
en algunas civilizaciones mesoamericanas como la olmeca, zapoteca y maya.
Por otra parte, las plantas medicinales
fueron de suma importancia para curar lesiones y para aliviar enfermedades
estomacales, fiebres, dolores de cabeza, enfermedades oculares, etc. La herbolaria
se difundió en varias civilizaciones mesoamericanas desde el Periodo Formativo,
debido a los grandes beneficios que ofrecía en cuanto la curación de distintas
enfermedades. El éxito de ésta fue posible gracias a las propiedades que se
podían obtener de la gran diversidad de plantas y hierbas que existían en
Mesoamérica desde aquel entonces. No hay que olvidar que Mesoamérica siempre se
distinguió por ser una región rica en recursos naturales. Es así, como la
herbolaria comenzó a adquirir un de suma importancia dentro de las sociedades
prehispánicas y en consecuencia, los sacerdotes, curanderos y chamanes
aprendieron a utilizar las diferentes plantas para curar un sinnúmero de
malestares que se mencionarán más adelante.
Una de las colecciones más completas sobre
las herbolaria mexicana está recopilada en el Códice de la Cruz-Badiano, redactado en 1552 por el médico indígena
Martín de la Cruz en náhuatl, siendo traducido al latín y al castellano por Juan
Badiano.
Como se ha dicho, las fuentes de la
época colonial más destacadas que se tienen sobre la medicina, la odontología,
la cirugía y la herbolaria de origen prehispánico, particularmente mexica, son
la obra de Fray Bernardino de Sahagún en su Historia
general de las cosas de Nueva España y el Códice de la Cruz-Badiano, las cuales fueron confeccionadas entre los
siglos XVI y XVII. Referente a lo anterior, a continuación se analizarán estas
dos fuentes en este ensayo, para dar a conocer las particularidades de la
medicina mexica y europea en México durante los siglos XV y XVII.
Conocimientos
sobre medicina en México-Tenochtitlan (1400-1521)
Por desgracia, no se tienen muchos
documentos históricos de primera mano de este periodo. Sin embargo, aunque las
fuentes son escasas, las ciencias auxiliares de la historia (antropología,
arqueología, filología, etc.) han realizado trabajos interesantes que muestran
que efectivamente los mexicas desempeñaron oficios relacionados a la medicina:
médicos, cirujanos, curanderos y odontólogos. De hecho, no olvidemos que la
fracturas de huesos se curaban como en la actualidad. Esto los sostenemos
transcribiendo una cita de Fray Bernardino de Sahagún, que se refiere a cómo
curaban los mexicas las fracturas de huesos: “Las quebraduras del hueso del
espinazo y de las costillas, o de los pies, o (de) otro cualquier hueso del
cuerpo, se curarán, tirándose, y poniéndose en su lugar, después de lo cual se
ha de poner encima de tal quebradura la raíz molida que se llama zazálic, y ponerse a la redonda algunas
tablillas y atarse bien.”[2]
Por lo tanto, es de llamar la atención que este ejercicio haya tenido sus
orígenes en México-Tenochtitlan a priori a
la conquista española. Con estos testimonios podemos deducir que esta forma de
curar fracturas de huesos haya sido adoptada por los médicos de la época
colonial y más tarde su conocimiento se haya difundido al resto del mundo.
En cuanto a la odontología, las fuentes
que hemos consultado nos señalan que en México-Tenochtitlan existían diferentes
tipos de médicos, entre los cuales destacaban los odontólogos y cirujanos. Los
primeros extraían muelas y aplicaban una hierba llamada tlalcacáhuatl para aliviar las encías hinchadas y disminuir el
dolor.[3]
Si bien es cierto, arriba señalamos que los mayas fueron los primeros en
implementar la odontología en Mesoamérica y utilizar hierbas para la limpieza dentaria;
por lo que no se debe descartar la posibilidad de que los trabajos odontológicos
mexicas hayan sido heredados de la cultura maya.
Si bien es cierto, los mexicas tenían el
conocimiento de la ubicación de los tres centros espirituales del cuerpo humano:
el teyolía, el cual se encuentra en
el corazón; el tonalli en la cabeza y
el ihíyotl, en el hígado.[4]
Estos conocimientos del cuerpo humano nos confirman que los mexicas debieron
aplicar cirugías para identificar los órganos internos del ser humano. De
hecho, en la Historia general de las cosas
de la Nueva España se describe que las heridas se cosían con cabello
humano.[5]
En fin, las fuentes demuestran la gran variedad de curaciones que se hacían en
el México prehispánico. Por esta razón, se debe hacer hincapié que mediante el
uso de la herbolaria se curaron una gran cantidad de enfermedades. Así pues, me
parece prudente destacar que no sería justo subestimar las propiedades y las
aplicaciones de la medicina en la época prehispánica. Por desgracia, la
historia de Occidente ha desacreditado, de alguna manera, las grandes
aportaciones de los avances científicos de las civilizaciones mesoamericanas;
por lo que considero pertinente echar un vistazo a las grandes ventajas que estos
descubrimientos nos ofrecen para la evolución de la medicina mundial.
Grandes
investigadores sobre la medicina prehispánica en el periodo colonial de (1521-1600)
La historiografía de este periodo nos
muestra el gran interés que tenía la Corona española en conocer las propiedades
curativas de las plantas medicinales del Nuevo Mundo. Ciertamente, los primeros
frailes franciscanos, en particular Fray Bernardino de Sahagún, confeccionaron los
primeros trabajos sobre la descripción de la herbolaria en México. De hecho, a
Sahagún se le ha reconocido por profundizar en cuanto a la investigación
antropológica de las civilizaciones prehispánicas. Por lo tanto hay que decir
que, gracias a los extraordinarios trabajos del fraile, en 1552 se llevaron a
cabo las primeras investigaciones sobre las plantas medicinales mexicanas en el
Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, en el cual se redactó el Códice de la Cruz-Badiano en ese mismo
año.[6]
Este códice o recopilación de los elementos curativos de las plantas mexicanas
fue redactado por Martín de la Cruz en náhuatl y traducido al latín y al
español por Juan Badiano. Esta gran obra describe ampliamente las propiedades
curativas de la mayoría de las plantas existentes en México en aquellos años.
Paralelamente, el rey Felipe II el
desarrollo científico en Europa. Por consiguiente, estos grandes avances en la
ciencia promovieron el descubrimiento de nuevas medicinas a partir del siglo
XVI. El interés por adquirir nuevos conocimientos acerca de las funciones de
las plantas medicinales de Nueva España llevó a Felipe II a enviar a Francisco
Hernández de Toledo a la exploración científica de las Indias, quien obtuvo el
nombramiento de Protomédico general de las Indias y desempeñó un gran trabajo en
México entre 1570 y 1577. Los trabajos de Francisco Hernández fueron de gran
importancia; entre ellos destacan su obras Antigüedades
y Quatro libros de la Naturaleza y virtudes
de las plantas y animales, en los cuales se describen datos sobre la
historia natural americana de manera precisa. En ellas también se pueden
revisar varios temas acerca de la medicina americana y sus elementos curativos.[7]
No obstante, consideramos prudente destacar que por desgracia, las
investigaciones de Hernández fueron incompletas debido a su muerte siete años
después de haber iniciado su exploración en el continente americano. Sin
embargo, no hay que descartar la gran pujanza que éste tuvo en cuanto a los
avances científicos de la medicina. Es un hecho que Francisco Hernández fue un
gran promotor de la evolución de la medicina novohispana en las últimas tres
décadas del siglo XVI. Referente a lo anterior, es importante subrayar que, es
justamente en este periodo cuando se establecieron los objetivos de los
estudios médicos. Ciertamente, en 1582 fue establecida la primera de cátedra de
medicina; curiosamente esta cirugía debió esperar hasta 1622.[8]
Es de llamar la atención que a pesar de conocimientos referentes a la medicina y
a la cirugía de origen prehispánico, adquiridos a principios del siglo XVI, los
estudios médicos se hayan constituido en México hasta bien entrado el siglo
XVII. Sin embargo, el hipocratismo mexicano del siglo XVI, fundado por la Real
y Pontificia Universidad de México, ya convivía con la medicina indígena. Este
concepto de hipocratismo se refiere a la procedencia y a cómo se originó la
ciencia médica. Los europeos le atribuyeron el hipocratismo al médico griego Hipócrates,
quien “prevenía qué enfermos sobrevivirán y cuáles morirán.” [9]
Partiendo de las transformaciones del
estudio de la medicina que se llevaron a cabo durante el siglo XVI en México,
creo que es importante destacar a los médicos que contribuyeron en la
confección de textos hipocráticos como Rodrigo Muñoz y Juan Cornaro, por
mencionar algunos. Desde mi punto de vista, España se vio inmersa en el
Renacimiento europeo, en el cual se impulsaron nuevos descubrimientos
científicos en todos los ámbitos de manera sorprendente. Por esta razón, Felipe
II acogió el desarrollo de la medicina en las colonias americanas, con el
objetivo de rivalizar en cuanto a los avances científicos del resto de Europa.
Hay que tener cuenta que los avances científicos del Renacimiento dieron por resultado
la Ilustración en Europa durante el siglo XVIII, de la cual predominó la razón
humana en cuanto al estudio de la ciencias exactas (matemáticas, física,
química y medicina) y de las humanidades (filosofía, antropología, historia y
sociología); retomando ciertos paradigmas de las doctrinas de los grandes
filósofos y políticos de la Grecia Antigua.
Conclusiones:
Después del análisis historiográfico que
se ha revisado de los siglos XV-XVII, hay que reflexionar lo siguiente: tanto
en el Viejo Mundo como en el Nuevo Mundo existieron avances en la ciencia y en
la medicina. Partiendo de esta lógica, no se trata de emitir juicios de valor, comparando
si la medicina americana fue superior a la europea o viceversa; mas bien se
debe interpretar el contexto histórico del siglo XVI, en el cual se vincularon dos
formas de pensar totalmente distintas, que dieron como resultado, entre otras
cosas, el descubrimiento de nuevos elementos curativos, cuyo objetivo fue preservar
la salud humana. Ante esta necesidad, dichos descubrimientos fueron impulsados por
los reyes europeos en mayor grado a partir del siglo XVI, dando excelentes resultados
en la evolución científica de la medicina.
Por otro lado, considero oportuno
apuntar que aunque no se tenga suficiente información sobre la medicina prehispánica,
contamos con no poca información de los primeros cronistas del siglo XVI, los
cuales nos permiten dilucidar el sentido médico del uso de la herbolaria
mexicana y de la cirugía antes de la conquista de México. Por lo tanto, me
parece que la importancia de la medicina prehispánica no debe ser descartada,
ya que forma parte de la herencia de México al mundo.
Para sustentar este razonamiento, hay
que señalar que el cirujano Gerhard Küntscher presentó su nuevo tratamiento
para la curación de fracturas de huesos en 1940, considerando algunos de los
elementos curativos de origen prehispánico que se mencionaron anteriormente.
Fuentes
consultadas:
Robert Bye y Edelmira Linares, “Códice
de la Cruz-Badiano”, en: Arqueología Mexicana, México, Edición 50, junio 2013, pp. 8-9.
Hipócrates, “Sobre los aires, aguas y lugares” en Tratados hipocráticos, Madrid, Gredos, 1997, p. 59.
Manzanilla Linda y Leonardo López Luján
[coord.], Historia Antigua de México.
El México antiguo sus áreas culturales,
los orígenes y el horizonte Preclásico, vol. I., México, INAH/UNAM/Porrúa,
1989, 551. pp.
Sahagún, Bernardino de, Fray, Historia general de las cosas de Nueva
España, México, Porrúa "Sepan Cuantos", 2006, 1061. pp.
Germán Somolinos. “El doctor Francisco Hernández. La
primera expedición científica en América”, en: Hernández Francisco, Obras completas, México, UNAM, 1955, pp.
13-14.
.
[1]
Linda Manzanilla y Leonardo López Luján [coord.], Historia Antigua de México. El
México antiguo sus áreas culturales, los orígenes y el horizonte Preclásico,
vol. I., México, INAH/UNAM/Porrúa, 1989, pp. 42-48.
[2] Fray Bernardino de Sahagún, Historia
general de las cosas de Nueva España, México, Porrúa "Sepan
Cuantos", 2006, p. 574.
[4]
Charles Phillips, The complete
illustrated history of the Aztec and Maya, London, JG Press, pp. 374-375
[6] Robert Bye y Edelmira
Linares, “Códice de la Cruz-Badiano”, en: Arqueología Mexicana, México,
Edición 50, junio 2013, pp. 8-9.
[7] Germán Somolinos. “El doctor
Francisco Hernández. La primera expedición científica en América”, en: Hernández Francisco, Obras completas,
México, UNAM, 1955, pp. 13-14.
[8] Hipócrates, “Sobre los aires, aguas y lugares” en
Tratados hipocráticos, Madrid, Gredos,
1997, p. 59.
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