Se tiene la costumbre de ubicar un hecho histórico en una fecha
determinada, por ejemplo; se nos ha dado a conocer que el movimiento
independentista de México fue de 1810 a 1821. Sin embargo, es importante
conocer los antecedentes que originaron cualquier cambio trascendental a
través de la historia. Entender el movimiento de la Independencia de
México es más complejo de lo que se ha pensado.
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Rey Carlos III Borbón |
Comencemos
diciendo que la presencia de la dinastía borbónica sobre todos los asuntos
políticos, religiosos y sociales fue muy importante en Nueva España durante el
siglo XVIII. Los intereses de la monarquía absoluta, por reducir los poderes
jurisdiccionales a la Iglesia se hicieron sentir a partir de la segunda mitad
del siglo XVIII. Para lograr esto, Carlos III limitó el poder de la
Iglesia y determinó la secularización de las parroquias. Las fuentes históricas
señalan acertadamente que la preservación de la paz fue difundida por la
Iglesia en los siglos a priori, durante la dinastía de los Habsburgo.
También, en esta época los sacerdotes incurrían para impedir los conflictos
entre clases sociales. Y no hay que olvidar que la Iglesia administraba
los orfanatos y hospitales. En referencia a lo anterior, nos
damos cuenta
de la gran influencia eclesiástica dentro de las esferas políticas, económicas
y sociales novohispanas durante los siglos XVI y XVII primordialmente. Como lo
hemos dicho, el poder de la Iglesia se vio disminuido significativamente
durante el reinado de Carlos III. Las preferencias del nuevo régimen
absolutista difirieron de los intereses de la Iglesia. Si bien es cierto, la
nueva monarquía se interesó por incrementar sus tropas y crear un ejército más
poderoso. Esto provocó el descontento de la sociedad novohispana, ya que las
nuevas disposiciones absolutistas fueron muy radicales. En este sentido, nos
referimos a la determinación de nuevos impuestos y al poder despótico de la
nueva milicia.
El despotismo ilustrado de los Borbones causó el descontento general en la
Nueva España. En consecuencia, surgieron amotinamientos de las clases popular y
eclesiástica en contra de la monarquía absoluta. Estos acontecimientos
incitaron a Carlos III a expulsar a los jesuitas en el año de 1767. A partir de
esta fecha se realizaron nuevas reformas en las universidades de Nueva España
para que se introdujeran materias más prácticas, como la física, la botánica y
los idiomas modernos. Sin embargo, a pesar de estas imposiciones del
régimen absolutista a la Iglesia, el clero pudo reorganizar centros de
oposición a las políticas reales, debido a sus cofradías. Estas cofradías
las disfrazaba el clero en forma de préstamos a los comerciantes y
terratenientes. Hay que destacar que la Iglesia siempre ha dominado la economía
desde su creación y por ello fue imposible eliminar su autoridad legal.
Con respecto a la reacción de la Iglesia en cuanto a la expulsión de los
jesuitas, se desataron muchas críticas al programa eclesiástico carolino. Una
de ellas fue hecha por el arzobispo de México en 1771, Lorenzana de Toledo,
quien dijo que las reformas de Carlos III eran “herejías
protestantes”. Estas protestas fueron en contra de la restricción del
fuero y la jurisdicción eclesiásticas.
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Expulsión de los jesuitas en 1767 |
Pero no sólo la Iglesia reaccionó ante la expulsión
de los jesuitas, sino también los distintos grupos sociales de Nueva España y
de América Latina. La explotación de la mano de obra, la restricción de las
jurisdicciones eclesiásticas, el despotismo de la monarquía de Carlos III y el
abuso fueron algunos factores que provocaron las primeras revueltas en las
colonias americanas a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, hasta
principios del XIX. Por ejemplo, en México estalló una revuelta durante la
visita de José de Gálvez en Real del Monte, Guanajuato (1766-1767), debido a la
reducción de algunos derechos de los mineros para disminuir los costos en el
sector minero.
También se debe subrayar que decir que desde finales del siglo XVIII, los Borbones se
vieron en la necesidad de solventar los gastos de las guerras extranjeras (intervención
francesa) en España, incrementando los impuestos de manera significativa a los
grupos de la élite novohispana. En primer lugar, la Corona aprobó el sistema de
mayorazgos, cuya finalidad fue asegurar los impuestos nobiliarios. En
consecuencia, esto provocó el descontento de algunos comerciantes destacados como
Gabriel de Yermo, quien se rehusó a aceptar títulos nobiliarios, porque la gran
carga del mayorazgo recaería sobre sus herederos. Pero no sólo el sistema de
mayorazgo fue un agravio a la élite novohispana, sino también lo fueron las
grandes cargas de impuestos, aranceles y derechos. Partiendo de lo anterior, no
olvidemos que a principios del siglo XIX, los ganaderos se quejaron por tener
que pagar impuestos para la construcción de obras públicas. Estos impuestos se
exigían sobre cada animal que pasara por las garitas de un pueblo y por su
matanza. Asimismo, también los comerciantes de productos agrícolas (cañas de
azúcar) se vieron afectados en sus finanzas por la gran cantidad de impuestos
que debían pagar a la Corona. En fin, varios promotores del desempeño económico
rechazaron las nuevas cargas arancelarias y tributarias de la Corona. Más
adelante explicaremos cómo estos grupos buscaron una autonomía mas que una independencia,
como muchos historiadores lo han sostenido erróneamente.
Arriba mencionamos que España se
vio en la necesidad de financiar las guerras extranjeras con los impuestos
recaudados en las colonias americanas. Los Borbones, además de recaudar impuestos,
creó juegos de bonos llamados vales reales los cuales fueron préstamos de la
Iglesia y de los grupos de élite (comerciantes, mineros y hacendados), que
fueron enviados a la Corona. Sin embargo, los gastos de la Corona fueron aún
mayores y fue prácticamente imposible cubrir estas deudas a los prestamistas. La
consolidación de vales reales fue promulgada desde 1798. Este sistema de
consolidación fue agravando la economía de los grupos de élite novohispanos,
incluyendo a los pequeños agrícolas, a los cuales también se les exigían
impuestos, sobre todo, a los productores caña y pulque.
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Virrey José de Iturrigaray |
Ahora bien, los grupos de élite novohispana
buscaban una autonomía, la cual se puede considerar “económica y política”. En
realidad, no se difundía la idea de independencia, ya que la sociedad
novohispana sí estuvo de acuerdo con la política de la monarquía de Fernando
VII y la expulsión de José Bonaparte de la Península. Más bien, me parece que la
sociedad novohispana se quejaba de los agravios tributarios que los Borbones
les imponían y de las deudas que contraían por créditos, que a la larga
provocaron la decadencia de la economía en Nueva España. Esta recaudación de
impuestos incrementó de manera exorbitante, llevando a muchos empresarios y
terratenientes a la quiebra. De hecho, en 1809 se enviaron a España diez
millones de pesos, de los cuales 2.5 millones de pesos procedían de la
arquidiócesis de México.
En consecuencia, predominó un
gran descontento en los grupos de la élite novohispana desde las últimas dos décadas
del siglo XVIII, dando como resultado el movimiento de independencia de 1810. Pero
hay que entender que este movimiento buscaba una autonomía, más que una
independencia, y su consecución fue después de sesenta años de incoformidades dentro de la sociedad novohispana. Tal fue el caso del párroco Miguel Hidalgo y Costilla, quien
enalteció el gobierno de Fernando VII y rechazó, por su parte, el “mal gobierno”
de José Bonaparte.
Bibliografía general
Brading, David A., Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810), Traducción de Roberto
Gómez Ciriza, México,
FCE, 1975, 498 pp. (Sección de Obras de Historia)
Nancy M. Farris, La
corona y el clero en el México Colonial, 1579-1821, México, FCE, 1995.
Lynch, John, El
siglo XVII. Historia de España, XII, Barcelona, Crítica, 1991.
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